lunes, 20 de febrero de 2017

Del principio al sinfín



      Mis primeros recuerdos de entrada hacia el mundo literario comienzan con la invención de cuentos que mi padre solía contarme cada noche antes de dormir. Me convertía en la protagonista de miles de aventuras inventadas. He de confesaros que  a veces he llegado incluso a ser una mariposa verde.  Otro de mis mejores recuerdos de los libros se encuentra tras un decorado de una habitación de adolescente que amaba la lectura,  la habitación de mi hermana Sandra.  Recuerdo aquellas estanterías repletas de libros y que cuando llegaba cada noche y abría la puerta de aquella habitación ella se encontraba tumbada en la cama y con un libro entre las manos. Sin darme cuenta yo también comencé a pasar las noches en esa habitación haciendo exactamente lo mismo que ella y conociendo historias como macarrones con cuentos, el puente de piedra, las hadas verdes… y así hasta que me encontré unos cuantos años después con Laura García Gallego y el valle de los lobos. Un libro que mi profesora de lengua en la secundaria propuso de lectura para reseñar. Sumergirme en ese mundo de magia junto a Dana y Kai fue encontrarme con una nueva puerta. Y una vez abierta y allí dentro ya no podía conformarme con los libros que tenía en casa. Así pues la maldición del maestro, la llamada de los muertos y Fenris el elfo fueron los primeros libros que me compré yo misma y creo que ahí realmente surgió mi necesidad. 

     Pero no solo de novelas quiero hablar porque con aquella profesora de lengua poemas también fuimos a tratar. Y unas golondrinas pude escuchar en una noche estrellada donde se podían escribir los versos más tristes porque una mirada parecía un mundo y alguna que otra princesa estaba triste por un amor constante más allá de la muerte. Había algo de magia en todos aquellos versos, había un entramado de significado en el que te podías sumergir y descubrir los temas y pasiones ocultas de diferentes autores. El mundo de los comics de manera paralela también llegó a mí. Gracias a una tienda en el centro de Alicante podía contemplar aquellos dibujos y diálogos tan característicos y fascinantes. Parecía teatro hecho papel. Y hablando de teatro… como olvidar por la época de bachiller aquellas lecturas en voz alta en clase de literatura. Como olvidar la celestina alcahueta para arriba y para abajo con sus tejemanejes o como olvidar a Segismundo intentando descubrirse a sí mismo… o Fuenteovejuna ¡todos a una! En todo este ir y venir de palabras alguien dejó reposar en mis manos memorias de Idhún y ya no hubo noche que pudiese dormir sin leer.  Y así, entre los libros que me traía mi padre como las cenizas de Ángela, pálida como la luna y entre los que me compraba yo como la cosecha de Samheim, el nombre del viento y león kamikaze fui casi sin querer elaborando mi humilde biblioteca que a día de hoy aunque despacio pero sin pausa espero que no deje de crecer.   
  

4 comentarios:

  1. Géneros tan dispares, y de los que, al final, queriendo o sin querer, todos nutrimos, o hemos nutrido alguna vez, nuestras mentes. Un sinfín de variedades que nos hacen crecer, efectivamente, y que esperamos nos sigan hacer creciendo.

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  2. Totalmente de acuerdo con Mar. Enhorabuena por la amplitud de miras en tu selección.

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  3. Si puedes, cambia la etiqueta "Práctica 1" para que se recoja con todas.

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  4. Me reconozco en tus líneas, casi nunca falto a la cita que tengo con un libro cada noche antes de dormir (diré casi nunca, pues nunca es una palabra demasiado extensa).

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