Me encantaría saber Donde viven los monstruos, o descubrir a qué sabe la luna, o incluso entender la moraleja de la fábula del roble y el junco. Me gustaría investigar los
ingredientes de la poción mágica y acompañar a Astérix y Obélix en sus viñetas. Volver a interpretar encima de un escenario
de un salón de actos de un colegio, las obras de teatro adaptadas de Alicia en el País de las Maravillas o El mago de Oz. Disfrutar de las poesías
por estaciones de Gloria Fuertes y acertar sus curiosas adivinanzas. Viajar y
disfrutar de la música junto a Los
músicos de Bremen y enfadar a la bruja para que nos envíe a mis hermanas y
a mí a un nuevo cuento junto a Las tres
mellizas. Pero sobretodo me encantaría volver a escuchar de nuevo la voz de
Iñaki Gabilondo narrando el cuento musical Pedro
y el Lobo.
Me
gustaría reencontrarme con Zorbas, un gato grande, negro y gordo de
Hamburgo que me enseñó volar, y no sólo a mí, también a una gaviota. Casi al
mismo tiempo podría volver a ver a Bruno, El
niño con el pijama de rayas que simplemente quería ser un niño en un mundo
de supuestos adultos. Que Miguel Hernández me volviera a tirar un limón, y siguiera
siendo tan amargo. O que Isabel Allende
me adentrase de nuevo en el realismo mágico con una casa llena de espíritus.
Sería
maravilloso que El caballero de la
armadura oxidada me ayudara a seguir entendiendo ciertas personalidades,
ser El testigo invisible de algún que otro asesinato en el Orient express y descubrir La Verdad sobre el caso Harry Quebert. Volver a ser consciente de
que El frío modifica la trayectoria de
los peces, Las furias de algunos
adolescentes y el placer de la música de El
violinista de Praga.
Pero en realidad yo ya los descubrí, los conocí, los disfruté y me
enamoré un poco de todos ellos. Me acompañaron, me guiaron y me enseñaron, y
todavía lo siguen haciendo. Ahora es mi turno como maestro de transmitir el
placer por la lectura a mis principitos.
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