En nuestro fabuloso día de conmemoración a la mujer... 8 de Marzo.
La
mujer, distinguida en nuestro mundo por el mero hecho de serlo, ¿verdad? Solo
analizando un poco el término nos damos cuenta de su papel en la historia. Y
sí, es cierto. Siempre nos han catalogado como un ser etéreo, fugaz, “el
delicado algodón de azúcar que tiene esas mismas características, las de ser
blandito, dulce y dúctil por naturaleza”. De hecho, el término mujer es una palabra que procede del
latín mulier y se le asigna, popularmente,
el significado de blanda o aguada. Es decir, que llevamos la etiqueta de “merengue
blandengue” desde antes incluso de permitirnos ser quienes somos.
No
seamos antiguos, y vislumbremos la realidad en la que nos encontramos. Una
mujer, si se lo propone, es capaz de cambiar, no solo realidades, sino el mundo
entero. Recordemos algunas mujeres históricas que, para cumplir sus sueños,
tuvieron que simular que de hombres se trataban. En otras palabras: se hicieron
pasar por el sexo masculino para luchar por lo que soñaban. Detallemos dos
ejemplos: Dorothy Lawrence (1896-1964), periodista inglesa que quería ser
reportera de guerra, se convierte en Denis Smith, haciéndose pasar por soldado
en la Primera Guerra Mundial para ello. La podemos ver, con su atuendo militar, en nuestra imagen de la derecha. O también, y mucho más ancestral, Margaret Ann
Bulkley (1795-1865), quien fue apodada como el doctor James Berry. Se
disfrazó como hombre para poder estudiar medicina y ser médica. Y es que ya lo decía nuestro famoso escritor, poeta y dramaturgo Óscar
Wilde: "Dale una máscara al hombre, en este caso a la mujer, y os dirá la verdad”.
Y la verdad es que la mujer, disfrazada de hombre, o puramente en su esencia de
mujer, sigue luchando por ser quien es.
Ahora,
los tiempos han cambiado y no necesitamos disfrazarnos para seguir nuestros
sueños. ¿O quizás sí? Efectivamente, todavía quedan cenizas de esta dura
batalla en la que nos encontramos. Las mujeres estamos en guerra, válgase
disfrazarnos de hombre para conseguir lo que no nos proponemos, o válgase alzar
nuestras voces al viento para que se nos escuche. Y seguiremos estándolo hasta
que nuestra posición se comprenda desde la línea que nos merecemos. Así que si
tenemos que utilizar maquillaje, como dice la canción de Mafalda, que sea para
tapar esos vacíos eternos en los que el ser humano nos ha asentado. Escuchemos
nuestros gritos en esta misma canción, y que sean escuchados por nuestra
sociedad:
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