Da lo
mismo si sucede en 2030, en 2040 o en 2050. El caso es que nuestro planeta
pierde vida con el paso de los años. Y toda esta desenfrenada demolición
gracias, ¿a quién? Claramente, y sin lugar a dudas, el ser humano tiene algo
que ver, y no en pequeñas proporciones.
El medio
ambiente es una realidad que, cierto es, pocas personas tenemos en mente. De
otro modo, no seguirían retransmitiéndose noticias o realizándose publicaciones
en nuestros diarios, en las pantallas de nuestros televisores, en los espacios webs, entre otros muchos medios de comunicación, sobre los problemas ambientales más graves que,
por extensión, están destruyendo nuestro planeta. Se puede vislumbrar en la entrada de este blog, aunque data del año 2015, estos
acontecimientos siguen manteniéndose hoy en día.
Parece
que es algo usual hablar de que el conflicto se desencadena por la
globlalización y la industrialización. Es decir, sabemos lo que está ocurriendo.
No obstante, ¿hasta qué punto somos conscientes de estas atrocidades?
Levantemos la mirada, y observemos el estado de la cuestión. No se trata de hablar
por hablar, de decir que tenemos un problema en la Tierra, y que sea algo
etéreo y fugaz, algo que oímos, pero que, inmediatamente, olvidamos. Hay que actuar. Evidentemente, una
sola persona no puede ser el héroe o la heroína que, utilizando sus poderes de
pensamiento y de movilidad, salve un poco la circunstancia. Pero sí es verdad
que cada persona, en particular, tiene una labor que, más que importante,
diría que es trascendental, en el cuidado de nuestro planeta. ¿O no es así?
Personalmente, cuando acudo a una playa, a una cala o, simplemente, a un lugar
de nuestra naturaleza, se me encoge el alma. Siempre, y cuando digo siempre es
siempre, encuentro algún desperdicio o algún resto que, obviamente, el ser
humano ha dejado como impronta de que ha permanecido en ese espacio. Pero… ¿son
necesarios estos sellos contaminantes en nuestras tierras, en nuestros espacios
naturales, en los lugares que nos permiten tener vida? Seamos realistas de una
vez. ¡Nuestro planeta nos necesita! Y el fondo de nuestros océanos agradecerá no tener que perder su fauna y su flora por culpa de una lata o de un inoportuno plástico que se enreda en las extremidades de alguna de nuestras especies y acaba por devastarla.
Sinceramente,
la Educación dentro de unos cuantos años la veo abocada, totalmente, a la rehabilitación de
nuestro espacio vital que es la Tierra. Todos y cada uno de nuestros
estudiantes, con sus docentes como guía, se encontrarán en un lugar en el que
solamente importará salvar la especie humana de algún u otro modo, hasta que la
Tierra vuelva a ser lo que un día disfrutamos. Veo que todos los días se van a
convertir en un batallón de limpieza, como sucede en nuestra conocida película Wall-E.
Paradojas de la vida. ¿verdad? Un robot intentando restaurar lo que un ser
humano ha destruido. Y más surrealista puede parecernos porque se trata de una
película de animación. Pues, queridos y queridas, yo entiendo que, en un futuro, los
días de estudio de nuestros discentes se terminan. Porque no habrá un lugar en
condiciones donde promover el aprendizaje, en el que, efectivamente, se preste lugar a la
enseñanza. Todos estaremos entregados a intentar socorrer lo que un día
devastamos. Y un día normal en la vida de un estudiante sería el equivalente al
que se muestra en esta escena:
Si lo cuidas...
El Planeta te da a cambio lo que necesitas:
la luz, la tierra, el agua y el oxígeno para sobrevivir.
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