Paseamos
por cientos de lugares, ¿verdad? Y… Cada vez que transitamos por una zona en
concreto no podemos evitar recordar... Es decir, de pronto, nos invaden recuerdos…
Y, sin querer, nos ponemos nostálgicos, pensando que al final solo son Un paseo para recordar… (Nicholas
Sparks).
Detengámonos,
entonces, en nuestro paseo literario. Miguel de Cervantes decía que La pluma es la lengua del alma. Es
decir, las palabras crean, son como una pluma, y al leerlas, generan
pensamientos; ideas que pueden llegar a lo más profundo de nuestra conciencia y
rozar nuestras almas... Pues, la primera vez que las palabras crearon una
especial inquietud en mí provenían de personajes populares… Que sí, arrancaban
pensamientos y conmocionaban, te gustase o no. Recuerdo un cierto flautista de Hamelín. O el pequeño Soldadito de Plomo. No se me olvidará lo que se dejaba
entrever en la Sirenita… Y es que… ¡Vaya! No puede ser que un mundo con tantas
maravillas sea tan malo, entendíamos.
Y seguimos
leyendo porque nos place, porque nos permite aprehender más de lo que
imaginamos y sentimos. De modo que,
ahora, mi volátil memoria piensa en Los
Siete Secretos de Enid Blyton. ¡De la noche a la mañana, un verdadero
detective! Y si paseamos junto a Mortadelo
y Filemón pensamos: ¿Humor absurdo? ¡No! Nada más lejos de la realidad. Ibáñez,
con sus personajes, ridiculizando nuestra sociedad, un humor desatinado en un
mundo de seriedad. Porque así son
nuestros problemas. Sí. Los problemas de los seres humanos. Muchas veces, no
son problemas, sino disparates. Y, en lugar de reconocerlos, decimos: ¡Maldito karma! Así nunca podré llegar al
nirvana; y, entonces, nos viene a la mente la obra de David Safier y
culpamos al karma por nuestras catástrofes. Que son producto de nuestro caos, y
nada más. Así que, Ama tu caos, es lo
que te hace ser quien eres, dice Albert Espinosa.
Afortunadamente, siempre quedan rastros
literarios que, discretamente, remueven tu interior. Como lo que te hace
comprender la sagaz historia de La Caja
de Música, de Andrea Kane… Pues no es la mejor música, la que se escucha;
es la que se lee en los ojos, y llega al corazón. Y es así como se van llenando
los vacíos de nuestros pensamientos y nuestras sensibilidades. Con la lectura
de obras que penetran, ahondando en lo más profundo de nuestras entrañas, y son,
en cierto modo, el paseo más bonito que
podemos recordar.
Obvio…
Siempre hay lecturas, desdeñadas y entre polvos, que son olvidadas. Pero es que
Nuestra memoria es todo un desafío, indica
Joshua Foer y, aun así, siempre algo queda almacenado. Y eso que queda grabado
y no se olvida, es lo que hace que nuestro cerebro crezca; y no en tamaño, sino
en inteligencia. Porque la inteligencia al final se mide por nuestras palabras,
que, transformadas en pensamientos, son nuestros saberes y
razonamientos.
Y…
Nada más. Hasta aquí llega este discurso literario que simplemente ha sido un
etéreo recorrido literario… Queda mucho por recorrer… Y, por supuesto, mucho por leer.
Queda mucho por leer, pero tu autobiografía lectora es estupenda.
ResponderEliminar