Si
todavía me respetas, si todavía te respetas a ti mismo, por favor:
Constrúyeles
un refugio de hormigón armado, donde se sientan seguros, convivan con sus
miedos y los acepten. Nada de corazones de paja o mentalidades de madera.
Planta
con tu magia una enredadera que llegue hasta el cielo, regado por los sueños y
el amor que necesitan. No importa si son habichuelas.
Promételes
que el amor entre hermanos es la unión más fuerte y que pueden vencer hasta las
brujas más temibles. No hay sopa más deliciosa que la hermandad.
Indícales
que los detalles del tamaño de un guisante pueden convertirse en verdaderos
protagonistas del mundo. Desátate del tiempo y aprende a percibirlos.
Muéstrales
que los defectos son una ventaja y que nos visten de lo que somos. El soldadito no es menos soldado si le falta una pierna y, si se apellida Espinosa, te
invitará a su fiesta para despedirla. No hay nada como ver el lado positivo de
las cosas.
Déjales
claro que el patito feo tiene corazón de cisne y que la belleza está en el
interior.
Por
supuesto, ábreles el mundo de la fantasía. Deben imaginar, soñar y vivir en
otros mundos distintos al propio. Han de aceptar que el invierno se acerca y
nadie es imprescindible, pues es necesario vivir momentos trágicos, difíciles,
para aprender a avanzar y encontrar la amistad y la paz hasta en los lugares
más oscuros, aunque vayas vestido con tu típico pijama de rayas. Pueden superar
cualquier adversidad, conociendo la magia de las palabras, siendo la aprendiz
de tu propia vida, tomando la iniciativa. Es posible que tu varita te elija a
ti, que seas 'el elegido' y tu frente se llene de rayos y centellas. No obstante,
a la hora de la verdad, tendrás que ser un entrenadísimo alquimista para descubrir
la fórmula secreta de la vida. No importa si no lo consigues, lo realmente
importante es que no ceses en tu empeño.
Hazles
conocedores de su historia, de los clásicos, pues el exterior está lleno de
peligros y uno mismo puede quedarse ciego mirando el sol. No apures, siempre
tendrás tú lazarillo que te enseñe el camino o tu celestina que te acerque el amor.
Y, aunque te digan que siempre has de ser ordenado, precavido y sereno, busca tu
desorden interior, lucha contra tus bestias y no dejes de nadar valientemente
contracorriente. Qué importa cuán altos sean esos molinos.
Proponles escuchar a los sabios ancianos. Seguramente les dirán que salgan de la caverna para encontrar su mito. Que pongan en duda absolutamente todo lo que
conocen a través de sus discursos para hallar el método en su afán por dirigir
la razón y que, sean personas activas en su aprendizaje y critiquen, con razón, la pureza
del mundo que les rodea.
Pero,
sobre todo, enséñales a pintar el mundo con color, a sobrevolar constantemente
el arte y aprender hacer malabares con las palabras. Enséñales a leer el
lenguaje de la naturaleza, con paciencia, pues tiene mucho que decir.
Si
aún me quieres haz de éste un lugar mejor.
Genial. Mañana, sin falta, la comentamos en clase.
ResponderEliminarVicente, fantástico tu decálogo imperativo. Lo firmaría. Coincidimos en algunas referencias. Los ancianos... los he dejado fuera de mi menú, pero son platos del día.
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